El llanto es una de las mejores maneras que tiene tu pequeño para decirte que algo le molesta, sin embargo, no siempre significa que tiene un malestar grave. Primero, revisa si está demasiado frío o caliente, si tiene hambre o gases, si está cansado o si necesita un cambio de pañal.
Un cambio en su patrón de llanto podría ser motivo de preocupación. Confía en tus instintos y llama a su Pediatra o al Profesional de la Salud si el malestar persiste.
¿Qué son los cólicos?
Los padres hacen referencia a “cólico” cuando hay algún malestar gastrointestinal. Sin embargo, la definición médicamente correcta es: cuando un niño llora durante tres o más horas al día, por lo menos tres días a la semana durante tres semanas o más*. Esto se conoce comúnmente como la “Regla de los 3” pero, no es necesario esperar a cumplir con esta regla para actuar sobre los cólicos de tu hijo.
Generalmente, los cólicos empiezan a las 2 ó 3 semanas después del nacimiento y son menos frecuentes después de los 3 meses de edad.
Si bien, nadie sabe exactamente qué provoca los cólicos, para la mayoría no es signo de un problema médico grave. Sin embargo, si tu pequeño tiene una alteración médica, su llanto podría ser más continuo. A veces, el llanto excesivo cuando se presentan los cólicos, puede deberse a la presencia de sensibilidad a la proteína de leche de vaca, a una intolerancia a la lactosa o porque la alimentación actual de tu hijo debe recibir algún cambio. Pide una cita y consulta con su Pediatra, la solución a los cólicos puede estar a un paso.
Tener un buen grupo de apoyo te ofrece un descanso muy necesario cuando el llanto de tu hijo se vuelve abrumador. Pide ayuda a tu pareja o a un miembro de la familia para dormir cuando lo necesites y obtener un poco de alivio.
¿Cómo puedes calmar el llanto de tu pequeño?
Hay algunas opciones para consolarlo, tales como ofrecerle un juguete o mecerlo en una silla. Si estos intentos no funcionan y no encuentras el motivo del malestar puedes probar lo siguiente:
*Adaptado de Rome IV: Children-Adolescents Hyams J, Di Lorenzo C, et al. Gastroenterology 2016;150:1456–1468